lunes, 19 de septiembre de 2011


LA  METALURGIA  EN  EL PERU  PREHISPANICO: TECNICAS METALURGICAS

Lourdes Ramirez Campero


1.      - CONCEPTOS GENERALES

El desarrollo y evolución de la metalurgia debe considerarse como una respuesta cultural a una serie de factores ambientales, tecnológicos y socioeconómicos que caracterizan cada periodo del proceso histórico de los pueblos.

 A partir de los estudios desarrollados por Rivet y Arsandaux (1946), resulta evidente que la metalurgia prehispánica tuvo un proceso de desarrollo autónomo con relación al viejo continente.

 La metalurgia de Mesoamérica es de desarrollo relativamente tardío. Hoy parece casi probado que su conocimiento se habría difundido desde América del Sur, donde se encuentra el "centro" más antiguo y más importante del doble continente. Dentro de Sudamérica el centro vital del desarrollo habría estado en la región andina.

 La subregión Norandina peruana y los Andes Centrales constituyeron centros de desarrollo de la metalurgia precolombina (Rex 1992).

 El Perú país minero por excelencia reúne una tradición metalúrgica que se remonta a más de 10,0000 años de antigüedad, esta labor especializada se inicia con la extracción de minerales no metálicos como el cuarzo, riolita, toba, cuarcita y calcedonia; con la finalidad de elaborar sus instrumentos de caza, pesca y recolección; constituyéndose en la actividad minera más antigua de los andes.

 Resulta imperativo sostener que el impulso de esta actividad estuvo relacionada con el desarrollo de las sociedades urbanas (Periodo Formativo 1500 a.), por que requirieron cada vez de mayor cantidad de objetos manufacturados a partir del uso de materias primas minerales extraídas de los depósitos filonianos y detríticos, por ejemplo: material lítico con fines constructivos (templos, casas, caminos), utilitarios (herramientas, vasijas), ornamentales (orejeras, narigueras, cetros) y hasta alimenticios al explotar los yacimientos de sal (Bolaños 1991)

 El poblador andino logró en dos mil años de experimentación, el dominio de las más sofisticadas técnicas para fundir, alear, amalgamar, laminar, unir y soldar los metales.

 La técnica de la soldadura ya era conocida por las denominadas culturas regionales (200-800 d.C), de las cuales sobresalen los estudios de la cultura Moche por Walter Alva en el sitio de Sipán, reportándose contextos funerarios de elite, es decir, los cuerpos de dignatarios asociados a un conjunto de ofrendas trabajadas en diversos metales (oro, plata, cobre, dorado, etc.), evidenciándose un trato naturista, exquisito y a la vez complejo en cada una de las piezas trabajadas; donde además se reporta un amplio dominio de la técnica de soldadura al frío para unir los metales, a través de engrapes, traslapes, remaches y lengüetas; cualidad que no restó calidad y expresión artística a los múltiples ornamentos.

 Durante el Horizonte Medio (700-1100 d.C), resulta oportuno mencionar a la denominada cultura Sicán o Lambayeque, para el caso de la Costa Norte, donde las investigaciones desarrolladas por Izumi Shimada en el sitio de Batan Grande, reportan evidencias de las áreas de extracción, fundición y laboreo del cobre arsenical, constituyendo un gran aporte tecnológico con el subsiguiente impulso de la producción de armas y herramientas a gran escala.

 Con relación a las técnicas de aleación, se reportan objetos de aleación binaria (oro-cobre, oro-plata), y aleación terciaria (cobre, plata, oro); uno de los beneficios de la mezcla por calentamiento es que disminuye su punto de fundición, es decir, la temperatura que debe alcanzar el horno para que sus componentes se unan en estado líquido.

 Asimismo el cobre constituyó un elemento importante para la elaboración de instrumentos, está demostrado que el cobre arsenical fue útil para dar resistencia y evitar la deformación de los objetos elaborados con este material y en las aleaciones como núcleo en la obtención de cobre dorado.

 Aunque los metalurgos peruanos tenían en cuenta las propiedades mecánicas de las aleaciones, lo que otorga esta calidad única a la metalurgia del área centro andina es una serie de actitudes culturales (Bray 1991).

 En los diversos artefactos se observa un patrón cultural en el laboreo de los metales, expresado en las preferencias por las láminas de metal, que luego fueron articulando a partir de recortes y modelados, configurando objetos que manifiestan efectos de relieve y composición muy elaborados, con contrastes de color por el contenido bimetálico (oro y plata para algunos casos), siendo combinado por unidades, por alternancia contrastada o dispuestos en degradé, y en algunos casos matizados por incrustaciones de piedras semipreciosas; labor donde primó el aspecto estético, porque la tonalidad resplandeciente y sus variantes constituyen un valor simbólico con implicancias ideológicas; teniendo en cuenta que muchos de estos ornamentos formaban parte de los atuendos de la clase dirigente, causando un impacto visual que los elevaba a la categoría de semidivinos, constituyéndose en un verdadero instrumento de poder.

 Lechtman (1978) sostiene que desde los más antiguos contactos de los pueblos de los andes con el metal, hasta los tiempos de la conquista española del Imperio Inca, los dos colores más importantes eran el oro y la plata, ya que el color se convirtió en el objetivo del desarrollo. El objeto puede tener un color en la superficie y otro totalmente distinto debajo. Por consiguiente, la metalurgia era una metalurgia de transformación de la superficie (Bray 1991).

 Sin lugar a dudas, la historia del Perú esta ligada a la historia de la minería, la presencia hispana no hizo sino ratificar dicha apreciación, experiencia que costó al sistema social andino, su desarticulación política, social y económica, con la subsiguiente explotación irracional de los recursos mineros existentes en el área andina.

 En la actualidad esta actividad económica, de suma importancia para el desarrollo nacional, vuelve a cobrar vigencia plena, donde los mecanismos de explotación minera se orientan con un criterio integral que marche en armonía con el medio ambiente, evitando su contaminación y destrucción sistemática, campo de acción al cual no es ajena la actividad arqueológica, teniendo en cuenta que en el marco de la legislación vigente los recursos culturales están amparados por normas y disposiciones que regulan el tratamiento de los mismos, con la finalidad de prevenir su pérdida definitiva, que por el hecho de ser bienes no renovables, su afectación tiene carácter de irreversible, de allí la necesidad de impulsar trabajos de liberación y rescate arqueológico con el objeto de conocer el valor histórico del área de estudio.



2.      -  LA MINERIA, LOS MINEROS,  EL PROCESO DE  EXPLOTACION Y  EXTRACCION DEL MINERAL

Pudieron ser muchas las motivaciones que llevaron a los antiguos peruanos a buscar minerales y a convertirse en mineros. Mencionaremos las que probablemente fueron decisivas. Desde épocas remotas habían utilizado elementos de la tierra para obtener pigmentos y pinturas con fines utilitarios y estéticos: decoración de ceramios, hábitat, lugares de culto, vestimentas e incluso con fines cosméticos en el cuerpo. Tenían un interés de carácter tecnológico cuando esperaban encontrar para sus herramientas algunas cualidades  especiales que no habían hallado en las piedras, aunque no dejaran a éstas de lado. Los nuevos materiales ofrecían propiedades o ventajas como la resistencia, la densidad, la maleabilidad, la ductilidad, el sonido, la capacidad de ser fundidos. Finalmente, la necesidad de encontrar nuevas materias para la elaboración de objetos a los que investirían de un significado de respeto y de culto, resumiendo simbólicamente sus más profundas creencias.

Hacia la época histórica que nos ocupa, el hombre ya conocía el efecto del fuego sobre algunos materiales. De manera prácticamente fortuita y yendo de un descubrimiento a otro, aprendió que su acción sobre los materiales, especialmente la aplicación del calor a la tierra y a las piedras (algunas de las cuales contienen óxidos), generaba un resultado adicional al previsto y la obtención de un producto nuevo que le podía ser útil. Nos dice Carcedo: “... Es muy posible que así fuera y que al ser usados los óxidos como pintura para resaltar los diseños en las cerámicas, al entrar en contacto con el calor de los hornos, se formaran unas bolitas pequeñas en el fondo de la cerámica que eran gotas de metal de cobre, es decir, cobre metálico ...”

Así pues, aunque no se conozca con precisión el momento en que adquiere el concepto de producción del metal a partir del mineral, el hombre preincaico emprende intencionalmente la búsqueda de la materia prima mineral.

La etapa de exploración es aquella en la que se buscan y se califican los recursos, basándose en algún modo de reconocimiento. Al inicio, como acota De Lucio, “…se trabajaron placeres aluviales y afloramientos de metales en estado nativo…” Con el bagaje de sus percepciones y aprendizajes iniciales, el minero de entonces fue avanzando en los modos de detección de la presencia de minerales. Algunos de éstos se revelarían por su brillo o color específico (amarillo,  verde-cobre, azul-azurita). En otros casos, era necesario observar la asociación con otros elementos del entorno, como la forma y coloración de los cerros.

Aunque no abunda información sobre el origen de las materias primas vinculado a la existencia de minas, muchos coinciden en que el hombre preincaico supo dónde podía hallarse un depósito de mineral, guiándose por el color de la superficie de los cerros. Después de sucesivas experiencias, llegó a identificar el color rojizo de la tierra como una señal de presencia de minerales.

En otros casos también podría reconocer los colores amarillento, blanco o negro.

Nos dice Carcedo al respecto: “... En la antigüedad, el paisaje y el color de la tierra serían los buenos indicadores. Los yacimientos de minerales son reconocidos exteriormente porque la tierra tiene un color rojo bermellón, concho de vino o cobrizo, producto de los minerales de hierro (también presentes) que, por hallarse cerca de la superficie, están sometidos a los efectos oxidantes de la atmósfera. A estos afloramientos oxidados que son la parte superior de un yacimiento se les llama “sombreros de hierro”, o colorados, opacos, en lengua quechua...”

La búsqueda del antiguo minero se fue diversificando porque su experiencia le enseñó que era capaz de identificar y encontrar, no uno sino varios minerales. Es oportuno recordar la referencia de Lechtman a los depósitos de cobre y plomo argentífero; y Peterson concuerda en que “... Probablemente muchas menas de plata fueron encontradas por los mineros que buscaban menas de cobre en los sombreros de hierro...”

Según Carcedo, el antiguo minero “… hizo pequeños cateos de pozos no muy profundos y trincheras, determinados por lo que podían aguantar los hombres en las rudimentarias condiciones en que trabajaban, sin ventilación e iluminación apropiadas. No se sabe de minas precolombinas con túneles profundos y complicados sistemas de ventilación…”

De Lucio asevera que “… se practicaron galerías subterráneas para la extracción de los minerales y en algunos casos se usó el entibado, con maderos de quinual…” Refiere el testimonio de Peterson de “… haber visto algunas galerías en aventaderos que llegan a tener hasta un metro de ancho por 30 o 40 metros de longitud…” y el de Jaime Fernández Concha en el sentido que “… estas galerías podían llegar, excepcionalmente, hasta 80 metros de profundidad…”



·         LAS MINAS ANTIGUAS

Gracias a los descubrimientos arqueológicos de Batán Grande, en Lambayeque, realizados por el profesor Izumi Shimada y su equipo, contemos con referencias detalladas de los sitios de extracción de minerales y de cómo fueron las antiguas minas, en este caso correspondientes a la explotación que realizaron los habitantes de la Cultura Sicán, entre el 750 y el 1150 d.C., en el Intermedio Tardío.

Estos importantísimos hallazgos revelan la existencia de  un sistema organizado de producción que, en términos de nuestros días, podríamos calificar de complejo minero ya que allí se dieron, en una misma zona geográfica, las fuentes de materias primas, las rutas de comunicación y transporte, los patios de trabajo, los talleres de fundición y los talleres artesanales.

En un radio no mayor a 6 km. y unidas por caminos, se encuentran varias minas. El conjunto de Batán Grande comprende:

La de Cerro Blanco, que se califica como la única mina prehispánica reconocida como fuente de minerales de cobre; la de Cerro La Plata, que se explotó a la vez en tajo abierto y mediante galerías subterráneas; la mina de Cerro Mellizo, rica en minerales arsenicales; la de Cerro León, rica en óxidos de hierro que sirvieron de fundentes, y finalmente, la mina de Cerro Barranco Colorado.

Esta última fue descrita por Shimada en 1994: “… Los antiguos mineros removieron el material comenzando por la cima y descendieron gradualmente hasta el centro de la montaña. Así, aunque la abertura de la cima tenía una trinchera de menos de 1.5 metros de ancho, se extendía casi unos 100 metros hacia debajo de la ladera. La mina tenía por lo menos 40 metros de profundidad y se ensanchaba por dentro hasta 8 o 9 metros, a tan sólo 3 o 4 metros de la entrada y a partir de esta especie de cámara subterránea se descendía a un profundo pozo vertical; con estacas de madera y escalones excavados en la pared del mismo, el cual aún no hemos explorado...”

El estudio de estos sitios ha permitido identificar varios métodos de extracción. Nos dice Carcedo: “… Cuando la zona mineralizada se hallaba expuesta muy cerca de la superficie, los antiguos mineros la explotaron mediante pozos circulares de 2 a 3 metros de diámetro; aunque también había de 30 metros de largo, 13 metros de ancho y 3.5 a 4 metros de profundidad. Empezarían la explotación por lo que estuviera más cercano a la superficie, buscando la veta rica en minerales y haciendo una selección de la veta en el lugar mismo.

Irían penetrando siguiendo la veta hacia el interior hasta lo que físicamente fuera posible y las condiciones del socavón permitieran.

Se empleaban por separado o en forma combinada, galerías verticales, túneles y la extracción a tajo abierto, según fueran las características de la mineralización, la escala de la explotación y las necesidades…”

El estudio de las minas antiguas revela que la labor física de extracción del mineral se hizo básicamente con martillos y picos de piedra, lo que se puede deducir por las huellas de puntos en los muros que corresponden a marcas dejadas por instrumentos de piedra. Para conocer un poco más acerca de esta tarea es importante referirse al testimonio del Hombre de Cobre, hallado en el desierto de Atacama, al norte de Chile.

En 1899, en Chuquicamata y más precisamente en la mina llamada Restauradora, se encontró en muy buen estado de conservación el cuerpo momificado y los instrumentos de un minero que murió mientras trabajaba una veta. Estos restos fueron fechados hacia 600 d.C. y actualmente se encuentran en el Museo de Historia Natural de Nueva York. El hallazgo es muy rico en información sobre las características y condiciones del trabajo minero.



 Revisemos con Carcedo algunos detalles del mismo:

“… Ocurrió un derrumbe mientras trabajaba en un socavón no muy alto, con espacio para arrastrarse y trabajar de costado. Debía aprovechar las grietas naturales para ubicar el mineral de cobre y obtener las concentraciones. Se encontraron todas sus herramientas consistentes en: cuatro martillos enmangados, un azadón con hoja de piedra y la manija quebrada, un azadón de madera o rastrillo (al cual le falta el mango), dos palitos de madera, una bolsa de cuero crudo de llama, cuatro cestos en espiral incompletos, fragmentos de cestería y una correa de cuero …”

En cuanto a la técnica de extracción, el Hombre de Cobre debió“… usar el martillo con ambas manos y a una distancia determinada. Para romper y seleccionar el mineral este minero debió usar martillos sin mango, percutores que pulverizarían aquellas porciones de roca que no le sirvieran. La diferencia de peso entre los martillos no enmangados sugiere que el minero los utilizaba dependiendo de la dureza de la roca y del tamaño al que él quería reducir el material. Todos los martillos eran de andesita, parcialmente pulidos y la forma de algunos de ellos ligeramente modificada mediante una tosca percusión. La pala, azadón o rastrillo de madera pudo servir para recoger el mineral del suelo que una vez roto y seleccionado se metía en las canastas. El resto de los instrumentos en madera son unos palitos alargados que servirían como cuñas en los muros de la veta y poder así remover la roca. La bolsa de cuero y los cuatro cestos bien pudieron tener la función de  transportar el material del interior del socavón al exterior; una técnica que parece haberse mantenido durante siglos fue la de transportar el mineral en el saco de cuero, a las espaldas, sostenido a la cabeza con una correa o cinta...” (Denominada “capacho”).

Gracias al uso de la fuerza humana o mediante animales de carga como las llamas, el mineral era transportado a un lugar en donde pudieran llevarse a cabo las tareas subsiguientes.

3.      - ELEMENTOS PARA REALIZAR LA ELABORACION DE LOS OBJETOS DE METAL



a)     LOS MINERALES

Dentro de los minerales principalmente usados en la época prehispánica tenemos:

            ORO:

El hallazgo de oro más temprano se ubica en el Período Inicial de la cronología de Rowe. En Waywaka, pequeña localidad cercana a Andahuaylas, Joel W. Grossman encontró, en 1972, pequeños fragmentos de hojas muy delgadas de oro junto a chaquiras de crisocola, dentro de un cuenco de piedra, asociados a contextos funerarios. En número de nueve, estas laminillas estaban acompañadas de un juego de herramientas para el laminado, conformado por tres martillos de piedra dura y un yunque.

La fecha de confección de las piezas se atribuyó a los 1500 a.C. y aunque lamentablemente se perdieron mientras eran estudiadas en el Cusco, no son menos importantes como punto de partida para el conocimiento de las acciones transformadoras del hombre sobre los recursos mineralógicos.

“... Inalterable y puro como un don de la naturaleza, el oro debió presentarse solo. Para el arcaico poblador andino descubrir las propiedades del oro fue probablemente un suceso tan espontáneo, circunstancial y mágico como en su momento la  germinación de las semillas ...” expresa Walter Alva.

Cualquiera sea su formación, el oro está presente en todas las regiones del Perú. Paloma Carcedo nos detalla los dos principales tipos de yacimientos que pueden encontrarse:

“... a) Primarios en vetas de cuarzo, llamados también depósitos filonianos, en donde el oro se presenta en vetas o filones de cuarzo; es el oro de las minas. Y b) Secundarios o depósitos detríticos, en donde se presenta en polvo, arenas o pepitas; es el oro de los placeres o lavaderos...”

Este segundo  caso ilustra cómo la naturaleza ha ido haciendo su propio trabajo ya que “... el oro filoniano es desprendido de su origen por la acción de las aguas y es arrastrado por éstas. En su curso lo van fragmentando hasta dejar el metal en estado libre, separado de su roca (el cuarzo) y es depositado en los placeres de los ríos. Este oro suele ser blando por el desgaste que sufre en el transporte fluvial a medida que se va alejando de su veta de origen... ”

Los antiguos peruanos recogieron el metal oro que podían detectar a simple vista o en la superficie (oro nativo) y por lo tanto lo buscaron en lugares geográficos donde les era más accesible, como las llanuras de los ríos de la costa y de la Amazonía y en las quebradas de los Andes.

Carcedo nos refiere ubicaciones de oro de lavadero en la parte norte del territorio peruano: “ ... En el valle del río Tumbes, existen dos zonas de concentración natural de oro nativo:

Ricaplayas y Puyango, teniendo su origen en la región aurífera de Zaruma (río Amarillo y Galera) en el Ecuador. Hay yacimientos detríticos dentro de la zona noroeste, en las cuencas de los ríos Calvas, Santa, Chuquicarca, Ocoña. También se explotaron los ríos de otros valles como el Marañón, Santiago de la Montaña, Aguarrica, Morona y Chachapoyas. Fue el oro del río Chinchipe el que más se explotó en la época precolombina...”

Para Walter Alva: “... La explotación aurífera de extracción simple se basa en las arenas auríferas de San Ignacio, Chinchipe y Alto Marañón...” Cieza de León nos habla de depósitos detríticos en las arenas de los ríos Carabaya y Sandia. Posnansky menciona antiquísimas explotaciones río abajo de Machu Picchu. Aguilar Revoredo sitúa depósitos auríferos filonianos o primarios que fueron trabajados en la antigüedad en: Apurímac, Cotabamba, Colquimarca (Cajamarca), Ica, Nazca, Pataz y Paucartambo.







            COBRE:

Los antiguos pobladores de los Andes Centrales lo hallaron en su tierra. En muchos lugares y bajo múltiples formas. Los primeros objetos que nos hablan de su uso datarían de entre 1500 y 1300 a.C. Entre los hallazgos de cobre nativo más temprano que han referido los arqueólogos se encuentran los siguientes, (todos ubicados en el Período Inicial): un disco de cobre laminado y posiblemente dorado, en la boca de un individuo en un enterramiento de la cultura Cupisnique, en la localidad de Puémape, provincia de Pacasmayo, fechado entre 1500 y 1300 a.C.; fragmentos de hojas de cobre martillado encontrados en el complejo piramidal de Mina Perdida, en el valle de Lurín, al sur de Lima, fechados alrededor de 1200 a.C.; y dos discos de cobre en los enterramientos de la cultura Kuntur Wasi, provincia de San Pablo, departamento de Cajamarca, fechados entre 1100 y 800 a.C.

El cobre nativo tiene un color entre morado verdoso o verde oscuro que, una vez que se raya o frota muestra su aspecto amarillento rojizo de cobre puro. Revisemos con Paloma Carcedo las principales localizaciones geográficas del mineral hoy conocidas:

“… El cobre en el Perú se encuentra en casi toda la región andina, en las estribaciones de la Costa del Pacífico. Dentro de los primeros 30 km. no se encuentran yacimientos de cobre. Existen pocas excepciones a esta regla, como por ejemplo, la zona sur de Lima. Las áreas más conocidas de yacimientos en la Cordillera Occidental son: Toquepala, Cuajone, Cerro Verde y otras minas de Tacna, Moquegua, Arequipa, Junín, Piura y Cajamarca...”; hay localidades, hoy en territorio chileno, que son también importantes fuentes de mineral de cobre, como Chuquicamata y otros yacimientos.

Hay yacimientos de cobre en los que varían las características de presentación y asociación del mineral: “… Se le observa en zonas de tactita como en Las Bambas, Apurímac, Cordillera Blanca y Cusco; como depósito estratiforme en capas rojas en Rosales, Puno, Laude y Apurímac; como filones en Acarí, Lima e Ica; se encuentra también puro o asociado a la plata y en depósitos minerales complejos como en Cerro de Pasco y en La Libertad ...”

Las investigaciones de Heather Lechtman demostraron que los antiguos peruanos identificaron a la costa norte como rica en minerales de cobre. En lo que se refiere al altiplano, destacó los yacimientos de cobre y plata alrededor del Titicaca.

Es pertinente hablar en plural de minerales de cobre, ya que según testimonios encontrados, en el Perú antiguo se utilizó malaquita, azurita, crisocola, atacamita y cobre nativo, que se encuentran más cerca de la superficie, tanto en la sierra como en la costa. En un nivel más profundo, se encuentra, entre otros, la calcosina. Por las repercusiones que como veremos tendría para el trabajo metalúrgico preincaico, sobre todo en la costa norte, es necesario señalar que, a medida en que se avanza hacia niveles más profundos del yacimiento, el mineral puede contener importantes cantidades de arsénico, lo que habría llevado al descubrimiento fortuito del bronce arsenical.



            PLATA:

Los hallazgos que revelan la utilización más temprana de la plata en el mundo andino demuestran que fue usada como elemento aleante del cobre y del oro y para la fabricación de objetos con fines ornamentales.

Fechada en 1000 a.C.(Período Inicial), se encontró una pequeña pieza con forma de cuenta, en el sitio de Malpaso, valle de Lurín. Su análisis indica que puede tratarse de una aleación natural (no intencional) de cobre en 41% y plata en 45%. Provenientes de una fecha más avanzada, ya en el Horizonte Temprano, Fase Kuntur Wasi, en 700-450 a.C., la Misión Arqueológica de la Universidad de Tokio encontró en Cerro La Copa, Cajamarca, veintiún laminillas repujadas de plata, en forma de ave, con una composición de 70% de plata y 30% de oro.

De acuerdo al mapa minero de la plata establecido en 1984 por Víctor Ohem, se encuentra en “... Una franja de 80 a 200 km. desde Cajamarca hasta Bolivia y Chile. En el sur, el ancho de la franja argentífera se ensancha con el ancho de la Cordillera y siempre se mantiene a más de 40 km. de la costa ...” Aunque los antiguos peruanos no podían tener esta visión de conjunto del recurso, buscaron la plata en muchos lugares de los Andes Centrales.

G. Petersen nos habla sobre la forma en que se manifiesta físicamente el mineral, lo que permite deducir que esta tarea no fue fácil: “... La plata en estado libre es difícil de detectar y reconocer ya que su apariencia arborescente se asemeja más a unas raíces ennegrecidas, casi negras y secas. La plata no se encuentra en pepitas o trozos sino en delicados filamentos y hojas formados por la oxidación y descomposición de las menas de plomo y plata ...”

Para Heather Lechtman: “... La plata abundaba en la superficie del Perú, tanto en forma nativa como en menas complejas, (asociada a otros minerales) más que en ningún otro país sudamericano y los depósitos de menas de plata eran cuatro veces más abundantes que los de oro en América del Sur. Ya en la época precolombina había gran cantidad de yacimientos argentíferos, siendo los lugares de explotación: Huaraz, Cusco, Chincha, Guanesa (Huánuco), Tarapacá y en la zona sudoeste de Bolivia… En el Perú se da una mezcla de menas que contienen plata, plomo y cobre. Es difícil distinguir entre depósitos de plomo argentífero y de cobre argentífero. Depósitos de este tipo fueron trabajados por su contenido de plata en Cajamarca, La Libertad, Ancash, Junín, al este de Lima, al este de Huancavelica...”

Según Pérez Arauco, los principales yacimientos de plata explotados desde la época pre-Incaica en el territorio de Cerro de Pasco fueron: Colquijirca, Cerro de Pasco, Vinchus, Huaraucaca y Yanacancha.

Finalmente, recogemos la distribución geográfica planteada por Carcedo que sitúa por regiones las zonas productoras de plata conocidas por los antiguos peruanos: “... En la Costa Norte: Tumbes; en la Sierra Norte: Cajamarca, (valles del Chinchipe y del Marañón y Chota); en la Sierra Central: Colquijirca, en Cerro de Pasco; en la Costa Sur: Chincha; en la Sierra Sur: Cusco; Puno (San Gabán, Etasmayo, Llamillari, Pilcomayo, valles del Chinihuaya y del Carabaya)...”



            ESTAÑO:

La expedición de Hiram Bingham a Machu Picchu en 1912 llevó a la luz de la investigación una gran cantidad de objetos de lo que se denomina bronce estañífero, es decir, hechos a partir de cobre y estaño.

En los Andes Centrales, el óxido de estaño o casiterita, como se le conoce mineralógicamente, se da en depósitos situados en el altiplano peruano y boliviano y en el noroeste argentino (Cordillera Real).

“… En la época prehispánica, tanto en el Perú como en Bolivia, se debió obtener casi de la superficie... ” sostiene Carcedo y nos ilustra sobre la ubicación y formas de presentación de la casiterita: “... En estado puro es blanca pero normalmente se presenta contaminada con hierro, lo que le da un colorido marrón o negro. Es un óxido muy estable y tiene una alta gravedad por lo que se le puede recoger en los ríos o en las arenas aluviales al igual que el oro. Se encuentra ya sea en vetas o en depósitos de placeres”.

“En el Perú se encuentra en los placeres fluvioglaciales como San Antonio de Poto y Ancocala; en vetas auríferas en Pachaconas y Apurímac; en filones con minerales complejos de cobre en la cordillera sudoriental de Carabaya y Puno. Existen mineralizaciones aisladas de la región cuzqueña y en la sierra central…”

Mientras que los minerales de oro, cobre y plata fueron conocidos, buscados y trabajados por los antiguos peruanos mucho tiempo antes de la Era Cristiana, la casiterita aparece de manera más tardía, alrededor de los años 600 d.C., en los trabajos del metal.

Su utilización con el cobre, para obtener el bronce estañífero, marcaría de manera distintiva la producción metalúrgica de las culturas que se desarrollaron en el escenario de la sierra sur, durante los ochocientos últimos años de la era preincaica y todo el período del incario.



                        PLOMO:

Sabemos que el plomo y la plata suelen presentarse asociados en vetas complejas, pero es recién en los años 1982/83, gracias a los trabajos del Proyecto Arqueólogico del Alto Mantaro, en la sierra central, que se puso en evidencia el uso específico del plomo para la fabricación de objetos. Este hecho tiene de particular que parecería tratarse, entre los lugares excavados en el Perú, del hallazgo del mayor número de piezas de plomo metálico hasta ahora encontrado. La manufactura de las piezas dataría de los últimos quinientos años de la era preincaica y por cierto también del Incanato.

De fecha tan reciente como 1994 data el estudio hecho por E. Howe y U. Petersen en base a objetos, lingotes, menas, escorias y desechos provenientes de los sitios de la zona alta del valle. Los análisis parecen mostrar que el plomo se obtuvo a partir de menas argentíferas de plomo provenientes de la zona de Jauja-Comas.

b)     LOS TALLERES

... Todo estaba organizado por talleres y por sectores de calentamiento, fundición, refundición, vaciado, refinación. Se encontraron más de 100 hornos de fundición de menas de cobre arsenical, de los cuales se han excavado más de 40. Los talleres comprendían una fila Los hornos.

Según Shimada, se han encontrado talleres de martillado, recocido, corte y modelado (en lugares aledaños) donde se fabricaban adornos personales…”

Como parte de los talleres de fundición se han encontrado dos o tres batanes, de aproximadamente 1 m. de largo por 80 cm de alto, convexos  hechos de rocas duras como diorita y granito, asociados con sus chungas o manos. En los talleres de calentamiento, martillado y forja se han encontrado restos de crisoles, martillos y batanes planos…”

c)      LOS HORNOS

Los hornos tienen forma de pera, de no más de 30 cm. de largo por 25 cm. de alto, 25 cm. de profundidad y 10 cm. en la parte más ancha de la chimenea y con una capacidad de cerca de 1.5 a 3.0 litros. Estaban hechos de arcilla refractaria que podía soportar más de 1300 y 1100 grados, siendo ello suficiente para reducir los minerales y mantener la escoria derretida. Eran hornos muy pequeños pero diseñados así para poder tener una atmósfera reductora, ya que no se utilizaron fuelles…” Los hornos estaban alineados en la dirección del viento para disipar los gases nocivos y el  calor.

·         ENERGIA NATURAL Y HUMANA

El aire era aprovechado mediante dos sistemas:

 El primero, usando su curso natural, para lo que se necesitaba una fuerza del viento muy bien dirigida.

El segundo, con aire generado artificialmente; la fuerza de la entrada del aire era obtenida a base de soplar con cañas, es decir, por la fuerza pulmonar. Las cañas llevaban en su extremo un instrumento de cerámica conocido como “tobera” que entra en el horno metalúrgico pues la fuerza de inyección del aire tiene que ser muy directa y precisa para lograr alcanzar los grados requeridos en la fusión de la minera.



·         COMBUSTIBLE

Fue obtenido fundamentalmente del algarrobo que había en abundancia en la zona, por ser excelente en mantener el calor por largo tiempo. Necesitaban gran cantidad de combustible en cada fundición o reducción, ya que se consumía unas tres o cuatro veces de carga más que el mineral en cada carga de horno. Se depositaba primero el carbón de algarrobo, se precalentaba el horno y una vez efectuada esta operación, se echaba la carga de mineral…” Para Duccio Bonavia “… Es en ese entonces cuando debió comenzar la tala de los bosques norteños dado que la cantidad de combustible que se necesitaba para estas tareas debió ser considerable…”

Felipe De Lucio agrega otros tipos de insumos utilizados por los antiguos metalurgistas: “… No se servían directamente del carbón de piedra para la fundición. El combustible utilizado consistía en materiales de origen vegetal y animal: leña de guarango, quinual, quichua, yareta, turba, ichu, excremento de llamas y alpacas…” de éste que de minerales en cada carga de horno.



4.      LA METALURGIA EN LAS DIFERENTES CULTURAS

Las huellas de las diferentes actividades humanas que se van encontrando poco a poco más consistentes y homogéneas, nos llevan a definir los momentos en que el hombre antiguo pasa, de ser un poblador transitorio en el entorno, a ser miembro de una colectividad más estable, que tiene un conjunto de características o denominadores comunes, lo que se ha convenido en llamar cultura.

Kauffman Doig nos dice sobre el período de historia que se inicia en los 2000 a.C.: “... A este estadio de agricultura desarrollada corresponde el desarrollo de todas las expresiones culturales definidas (altas) que tuvieron por escenario lo que hoy son Perú y Bolivia...”

En 1959, John H. Rowe planteó un esquema para ordenar la alta cultura en lapsos de tiempo llamados Horizontes e Intermedios, el mismo que ha sido más fácilmente adoptado para investigar y explicar las diversas manifestaciones de culturas prehispánicas.

“… Se denomina Horizonte un período de uniformidad cultural, una franja de tiempo dentro de la cual se dan ciertas manifestaciones culturales. Se tendrían tres horizontes culturales: Temprano, Medio y Tardío. Se llama Intermedio un período en el que existe una gran diversidad cultural...”

Tal como se las recoge en las publicaciones más recientes y a partir de la cronología de Rowe, ubicamos para cada etapa las culturas y sitios de los Andes Centrales que en la era precolombina desarrollaron el trabajo de los metales:

 Una vez determinado el marco del tiempo, citare los aportes de los estudiosos quienes a pesar de las carencias de documentación, han reconstruido el escenario más aproximado posible de la distribución geográfica de los metales que fueron buscados por peruanos de la era preincaica, principalmente el oro, el cobre, la plata, el estaño y el plomo.

“… La compleja conformación geográfica del territorio de los Andes Centrales que integran el actual Perú presenta también una inmensa variedad de yacimientos minerales ...” nos dice Walter Alva.

En efecto, cada mineral puede manifestarse bajo diversidad de apariencias, formas, asociaciones, composiciones y grados de pureza. El hombre precolombino iría aprendiendo también que estos recursos se podían dar en la superficie del suelo, en los lechos o las riberas de los ríos, en las llanuras aluviales, en la cumbre de los cerros o en las entrañas de la tierra. Y que estas localizaciones implicarían distintos grados de dificultad en su manejo.

A diferencia de lo que ocurre en el Viejo Mundo, en el que el uso y el desarrollo los metales responde a los propósitos de la guerra (fabricación de armas) y a las necesidades de transporte, locomoción u otros fines utilitarios, para los habitantes de los Andes Centrales’ los objetos metálicos debían ser portadores de significados y de creencias y a sus ojos cumplían una función simbólica, ritual y religiosa.

Con algunas variaciones en sus patrones funerarios, las culturas precolombinas nos han dejado testimonios de la importancia que para ellas tenía el concepto “metal-riqueza”.

Los Salinar (400 a.C.-0) enterraban a sus muertos con el cuerpo extendido y casi siempre una lámina de oro en la boca.

Las tumbas de los Vicús contenían objetos de metal y piedras preciosas como turquesas y lapislázuli. En Paracas Necrópolis, se hallan los cuerpos sentados, con brazos y piedras flexionados, y pequeñas placas de oro en algunas partes del cuerpo.

 Los enterramientos Mochica se hacen con el cuerpo Martillo de granito enmangado, extendido y trozos de metal fragmentado en la boca y en las manos.

Las ofrendas funerarias de los Chimú comprendían láminas de metal, de cobre o aleaciones, que se ponían generalmente en la boca, las manos y cerca de los pies del individuo.

En Ancón Necrópolis, bajo influencia de la Cultura Wari, las tumbas de personajes distinguidos contienen plumas y frontales de oro y plata, láminas de oro en el lugar de los ojos de la falsa cabeza, orejeras de plata o cobre y vasos repujados de plata.

Ya sea en los espacios de culto, como ofrenda a los dioses, o en sus enterramientos, como el bagaje de los que dejan la existencia terrenal hacia una vida posterior, la mayoría de las culturas precolombinas ha dejado invaluables muestras del trabajo de los metales.

En este sentido, la metalurgia de los Andes Centrales no sólo se convertiría en un conjunto de técnicas, sino fue un empeño por plasmar conceptos complejos, una dedicada labor de manufactura que buscó la perfección y un arte que hasta hoy conserva aspectos que no han logrado ser elucidados. Como expresa  Izumi Shimada “…La metalurgia del Nuevo Mundo evolucionó sin hierro y sin el uso de fuelles y otras características comúnmente vistas como esenciales …”

Paloma Carcedo resume lo que caracteriza una era metalúrgica: “… Se separan y purifican los metales; se distinguen los óxidos y se reducen los sulfuros; se realizan aleaciones y se utilizan con diversos fines. La fundición es un simple calentamiento de los metales nativos en un horno con crisoles hasta derretirlos; en estado líquido pasan a lingoteras o determinados moldes. La aleación es la mezcla de dos o más metales, normalmente por calentamiento, hasta que se funden …”

En los inicios “… hubo una técnica muy popular que constituyó el primer proceso de tostación y reducción, (que al no necesitar muy elevadas temperaturas), no requería hornos (se utilizaban las “huayras”) y consistía en quemar y reducir depósitos de superficie con menas ricas en plata y a veces con plomo, haciendo por la acción del calor que la plata se derritiera y corriera como ríos”. Peterson también ilustra el procedimiento: “… La plata así se obtenía en un principio en el mismo yacimiento por medio de la aplicación del fuego en hoguera abierta. El calor producido alcanzaba temperaturas suficientes para fundir la plata, es decir, el proceso de fundición sería relativamente fácil por fusión con fuego directamente …”

Se han establecido tres grandes tramos cronológicos de la metalurgia precolombina. En ellos señalaremos la presencia de las culturas más representativas.   Durante el último milenio a.C. (Horizonte Temprano), se trabajaron los metales oro y cobre, tanto en frío como mediante las primeras fundiciones. Notables exponentes de esta etapa son las piezas de oro de las Culturas Chavín (1500- 150 a.C.) y Kuntur Wasi (Fase La Copa y Fase Kuntur Wasi, 800-250 a.C.).

 En los comienzos del primer milenio d.C. (Intermedio Temprano) se ubicarían las piezas aleadas de  cobre-oro, cobre- plata y cobre-oro-plata, de altos y bajos quilates, aleaciones denominadas “tumbagas” binarias o ternarias. Las piezas fueron usadas como ornamentos personales y objetos rituales.

Los mejores exponentes de esta etapa son los objetos hechos de tumbagas binarias de la Cultura Vicús (200 a.C.-100 d.C.) y de tumbagas binarias y ternarias de la Cultura Mochica (100-700 d.C.). Por su pericia en el manejo de las tumbagas, se suele considerar a los Mochicas responsables del gran auge de las aleaciones.

 “… A finales del primer milenio d.C. (entre el Horizonte Medio y el Intermedio Tardío) se estaba dando la expansión de los bronces, aleaciones de cobre-arsénico, cobre-estaño y cobre-arsénico- estaño, reemplazando al cobre como el metal utilitario usado en todo el Perú y las regiones vecinas …” Durante el Horizonte Medio, la Cultura Tiahuanaco (600-900 d.C.) trabaja las aleaciones binarias del cobre-arsénico y cobre-estaño a que se refiere Shimada.

Durante el Intermedio Tardío y con técnicas que posteriormente serán retomadas en el Incanato, tienen especial notoriedad: la Cultura Sicán (750-1150 d.C.) que maneja las tumbagas binarias y ternarias y desarrolla con maestría las piezas aleadas de cobre y arsénico; y la Cultura Chimú (1100-1450 d.C.), alcanzando la excelencia en el trabajo metalúrgico, produce metales puros, cobre arsenical y tumbagas binarias.

Siempre en el Intermedio Tardío y poco antes que se dé el proceso hegemónico incaico, señalaremos la importancia de la Cultura Ica, con su trabajo en tumbagas binarias, ternarias y en cobre arsenical; y la Cultura Lanka, con la producción de objetos de plomo y de bronces arsenicales y estañífero.



5.      TECNICAS METALURGICAS

La intencionalidad simbólica de las piezas, el desarrollo de las aleaciones y el patrón metalúrgico de diferenciar la composición interna y la apariencia externa de los objetos propiciaron la aplicación de métodos de tratamiento para lograr variaciones de color en las superficies metálicas. Mencionaremos los más importantes, que empezaron a ser utilizados por los Vicús y los Mochica y que posteriormente se generalizaron con los Sicán y los Chimú.

Entre las técnicas que añaden un nivel de oro o plata a una base de metal están las dos siguientes que nos describe Carcedo:  “enchapado por reemplazo electroquímico”: los metales nobles (como el oro y la plata) se disuelven en un baño acuoso (el electrolito). Una vez disueltos, los iones de estos metales se depositan en superficies de metales menos nobles (como el cobre) sumergidos en el electrolito. Los metales menos nobles se cubren con una capa sumamente delgada del metal más noble …” , y  el “dorado por fusión”: consiste en aplicar un metal derretido (casi siempre oro con cobre) en las   superficies de un objeto hecho de metal (de cobre o de una aleación en éste). Si  la pieza se quiere dorar toda entera se tiene que sumergir en un baño de oro derretido y si sólo se quiere dorar una parte de la superficie, la aleación tiene que ser puesta encima a mano. En cualquier caso, cuando el metal derretido corre sobre el sustrato caliente, crea una fusión y unión fuertes, causadas por el derretimiento conjunto de los dos metales en la interface …”

De las técnicas en que se logra un tratamiento químico de la superficie de la aleación citamos:

El “dorado o plateado por enriquecimiento”: es el tratamiento de una aleación que contiene plata u oro para eliminar de su superficie ciertos componentes no deseados (como el cobre) con el fin de dejar in situ el o los elementos que confieren el color a la superficie (como la plata y el oro). La eliminación de los componentes no deseados enriquece a los que permanecen. Estando las aleaciones sumamente controladas y jugando con los pasos de coloración se lograba que las superficies fueran de colores más oro o más plata …” , y  el “dorado parcial de superficies o piezas bicolores: coloreando selectivamente una determinada área y protegiendo con alguna goma la que no va a ser modificada; o haciendo una abrasión selectiva en una pieza ya enriquecida superficialmente; o, finalmente, haciendo un bruñido o uso de ácidos en algunas áreas para producir un contraste de colores con las que no han sido bruñidas o atacadas …”

Lamentablemente, al hablar de las técnicas orfebres andinas hemos de hacerlo desde un punto de vista genérico ya que salvo algunas herramientas asociadas a un contexto arqueológico —como, por ejemplo, las encontradas en Chile, o en los yacimientos peruanos de Waywaka, Chotuna o en la tumba de un orfebre chimú en Huarmey— el resto proceden de saqueos de tumbas, pese a lo cual es posible conocer con bastante precisión en qué consistió el proceso de fabricación orfebre.

Girolamo Benzoni (1989: 322) nos ofrece una detallada descripción de la labor del orfebre ilustrándola con un significativo grabado. Al respecto nos dice: «Primero, cuando funden el oro y la plata, los meten en un crisol largo o redondo, hecho de un pedazo de tela embadurnada con tierra y carbón triturado. Tras dejarlo secar, lo ponen al fuego con la cantidad de metal que cabe dentro junto con cinco o seis tubos de caña, unas veces más y otras menos, y soplan por ellos hasta que se vuelve líquido.

Luego lo sacan, y los orfebres, sentados en el suelo, con unas piedras negras expresamente dispuestas y ayudándose unos a otros, trabajan y hacen o, mejor dicho, hacían en su época de prosperidad, lo que se les había encargado, es decir, estatuas vacías, vasijas, ovejas, joyas y todos los tipos de animales conocidos».

El primer método utilizado en la fabricación de objetos por los orfebres andinos fue el del martillado, consistente en el uso de un yunque, o base de piedra dura, sobre el que se colocaban los nódulos metálicos para trabajarlos por medio de un martillo fabricado también en piedra. El resultado de la aplicación de esta técnica fue la obtención de finísimas láminas, fácilmente maleables, con las que se construían diferentes objetos tridimensionales tras ser dichas láminas previamente templadas y recortadas.

Si el martillado se realizaba sobre un lecho blando, como la arena o sobre un molde de madera, se conseguía, tras templar varias veces la lámina, la elevación de sus paredes, obteniéndose así la fabricación de objetos de una sola pieza, técnica que se conoce con el nombre de recopado o embutición profunda (Carcedo 1992: 287). La preferencia por la utilización en el Perú de la técnica del martillado y de la del laminado sobre todas las demás es uno de los caracteres distintivos de su desarrollo orfebre ya desde el inicio de su metalurgia, utilizándose ambas masivamente durante el período chimú e inca en la recubrición de los muros de sus templos y palacios. Este procedimiento hace que el metal cambie de dureza y ductilidad debido a modificaciones durante el proceso en la microestructura del mismo (Peterson 1970: 116), por lo que las láminas resultantes deben ser sometidas una o varias veces al proceso de recocido o templado calentándolas primero en un horno y enfriándolas posteriormente en agua para que no pierdan su plasticidad y puedan así seguirse trabajando.

Con objeto de poder unir las láminas y fabricar piezas con volumen los orfebres desarrollaron una compleja técnica de uniones tanto de tipo mecánicas como metalúrgicas. Las primeras incluían el uso de alambres, cintas, clavos, lengüetas y encaje por presión de las partes. Las segundas se realizaban soldando las distintas piezas mediante la aplicación exclusiva de calor o bien mediante éste y la introducción de un metal de relleno que suele resultar casi siempre imperceptible. Una variante de este segundo tipo de uniones con soldante fue la técnica denominada por fusión o granulado consistente en la elaboración de pequeñas bolitas sólidas creadas por la acción del calor a partir de pequeños trozos de una lámina, las cuales el orfebre sitúa en un lugar determinado del objeto adhiéndolas a éste por medio de un pegamento vegetal que, al contacto con el fuego, se quema y las suelda (Carcedo 1992: 295).

Aunque el vaciado no se encuentra entre las técnicas predilectas de los orfebres centroandinos, debido a la escasez de la abeja que producía la cera adecuada para utilizarla en esta técnica, sí que fue conocido y desarrollado por algunas culturas, como en el caso de la Lambayeque o de la Inca. Los moldes empleados en este proceso estuvieron realizados en diversos materiales y fueron de varios tipos,  obteniéndose con ellos tanto piezas sólidas como figuras huecas cuyas partes se unían después para componer el objeto.

Entre las principales técnicas ornamentales utilizadas por los orfebres destaca la del repujado asociada estrechamente al martillado y laminado, mediante la que se consigue realzar la superficie del metal al presionar sobre él con un cincel y un martillo o bien con punzones y buriles, posibilitando así su decoración con grabados en relieve que podían situarse tanto en el anverso como en el reverso de la obra. A esta técnica, masivamente empleada por los orfebres centroandinos, le siguen la de la filigrana, en la que la decoración se realiza por medio de alambres; la engarzada o engastada, cuya ornamentación se realiza con componentes diferentes al metal, como en el caso de los mosaicos realizados con una amplia variedad de conchas y piedras preciosas; la de la incrustación, donde el metal se encuentra taraceado para embutir otro metal diferente; la móvil, constituida por piezas independientes que se unen mecánicamente al objeto; y la pictórica, utilizada con preferencia en las máscaras funerarias mediante la aplicación de polvo de cinabrio. Además de todas éstas los orfebres andinos utilizaron para decorar algunos objetos las plumas de diferentes aves y colores, las cuales, debido a su fragilidad, casi nunca se suelen conservan completas.

Por último, dentro de este apartado decorativo merece resaltarse por su importancia la técnica del dorado y del plateado de la superficie de los objetos. La transformación de la superficie se realizaba mediante dos procedimientos: el primero consistía en la superposición de una capa de oro o de plata sobre cualquier otro metal, bien fuera por medio de la sobre colocación de una finísima lámina o bien mediante fusión sumergiendo en este último caso al objeto en un baño del metal noble. Según Bray (1991: 61), esta técnica, semejante a nuestro moderno electro chapado, pudo haber comenzado a ser utilizada en el Perú por los orfebres de Vicús, en la costa norte. El segundo procedimiento se conoce con el nombre de dorado por reducción y es aplicable solamente a objetos fabricados a partir de una aleación de oro o de plata con otro metal, es decir de tumbaga, consistiendo éste en la eliminación de la superficie del objeto del componente no deseado para hacer así aflorar el metal noble.

El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (1944: 189) nos relata al respecto «como los indios saben muy bien dorar las piegas é cosas que ellos labran de cobre é de oro muy baxo. Y tienen en esto tanto primor y exgelengia, y dan tan subido lustre á lo que doran, que parase que es tan buen oro, como si fuese de veinte é tres quilates o más, según la color en que queda de sus manos. Esto hacen ellos con ciertas hiervas, y es tan grande secreto que cualquiera de los plateros de Europa, ó de otra parte, donde entre cristianos se usase é supiese, se temía por riquísimo hombre, y en breve tiempo lo sería con esa manera de dorar». La calidad grosor de la capa de oro o de plata conseguida mediante el procedimiento de reducción depende de la temperatura aplicada a objeto y de la duración del tratamiento, así como de la fuerza de las soluciones vegetales o minerales de carácter corrosivo, utilizadas durante el mismo.

Por último, dado que en estas culturas fue siempre prioritario conseguir una inmejorable apariencia de los objetos fabricados, se procedía al pulido de su superficie para dar el deslumbrante brillo y acabado que tanto maravilló a cuantas personas llegaron a estas tierras procedentes del Viejo Mundo. No debemos olvidar que el virtuosismo patente en la orfebrería inca constituyó tan sólo el último eslabón de una cadena artística iniciada tres mil años antes por anónimos artífices quienes, con su talento artístico y con sus modestos recursos, supieron crear bellas obras cargadas de simbolismo y de espiritualidad. En todas éstas los abstractos y delicados diseños supusieron, más que la expresión de un gusto generalizado por determinadas pautas estéticas, la pervivencia en el inconsciente colectivo de una serie de mitos y creencias que se transmitieron, con más o menos variantes, a través de los distintos Períodos u Horizontes en los que se agrupan para su estudio las diferentes culturas indígenas. Diclinos artífices, adaptándose tras la Conquista a una nueva cultura totalmente ajena a su cosmovisión, siguieron trabajando con el sudor del Sol y con las lágrimas de la Luna para sus nuevos señores, posibilitando así que perviviera su ancestral y artístico oficio pese a las duras condiciones vitales que en ese momento les imponía la historia





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·         El Hombre y los Metales en el Perú

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